El camino lo escribimos todos y nuestras huellas se van quedando impresas en el tiempo, nos matizan la memoria, se reproducen casi en cualquier hueco. De todo lo que somos, si nos queda un poco qué perder, lo perdemos todo entonces y nunca por convicción. Así, escribimos con los pies, en cada paso, un cuento nuevo, una pesadilla vívida, un duelo irreprensible, un poema repetido.
Hace tiempo abrí mi ventana y empecé a escribir sin luz, me nutrí del frío; no importa, con el tiempo abandoné a mi soledad, comprendí que el mundo se extendía hacia el interior de mí si dejaba la ventana abierta, y me he acostumbrado ya a la oscuridad.

jueves, 3 de junio de 2010

Cuando la muerte llegue

Y cuando la muerte llegue
no estaré presente
conservaré el derecho de elegir
me negaré a la esclavitud
habré muerto ya
dos mil años atrás
despertaré
clavado en una cruz
desesperanzado
agonizante
y con la vista fija al sur.

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