El camino lo escribimos todos y nuestras huellas se van quedando impresas en el tiempo, nos matizan la memoria, se reproducen casi en cualquier hueco. De todo lo que somos, si nos queda un poco qué perder, lo perdemos todo entonces y nunca por convicción. Así, escribimos con los pies, en cada paso, un cuento nuevo, una pesadilla vívida, un duelo irreprensible, un poema repetido.
Hace tiempo abrí mi ventana y empecé a escribir sin luz, me nutrí del frío; no importa, con el tiempo abandoné a mi soledad, comprendí que el mundo se extendía hacia el interior de mí si dejaba la ventana abierta, y me he acostumbrado ya a la oscuridad.

lunes, 1 de marzo de 2010

Los colores de las moscas

Respira los colores de las moscas
el eco dulce de las ruinas
el sabor de metal en nuestras bocas
soy el niño que te abraza lentamente
en el medio de una pesadilla.
Admite mi necesidad de verte
entre los días lunes y la noche esférica
el ambiente estéril del espacio
la soledad oculta tras la palabra impresa.
Busca los motivos de las luces
en la puesta al sol de los lunarios
a los hombres sin los clavos de sus cruces
a los hijos que se engendran en tus labios.
Mañana vive la sensualidad infausta
en el lado este en la avenida
cuando el aire que se enfría
bajo tu cama
no me inspira para nada
si te despiertas dormida.