El camino lo escribimos todos y nuestras huellas se van quedando impresas en el tiempo, nos matizan la memoria, se reproducen casi en cualquier hueco. De todo lo que somos, si nos queda un poco qué perder, lo perdemos todo entonces y nunca por convicción. Así, escribimos con los pies, en cada paso, un cuento nuevo, una pesadilla vívida, un duelo irreprensible, un poema repetido.
Hace tiempo abrí mi ventana y empecé a escribir sin luz, me nutrí del frío; no importa, con el tiempo abandoné a mi soledad, comprendí que el mundo se extendía hacia el interior de mí si dejaba la ventana abierta, y me he acostumbrado ya a la oscuridad.

miércoles, 20 de enero de 2010

SOBRE TUS PASOS

Abandoné tu rastro,
pinté sobre las huellas
que olvidaste en la pared
todas mis manos,
las que nunca hablaron
más de ti
en el pasado,
también éstas
que te han perdonado.
Escribí sobre tus pasos,
sobre tu tierra tibia:
regresa”.
Lo dibujé con un millón de trazos,
lo grité desde los labios
descarnados
de cualquier desconocida.
No,
ahora ya no escribo
para no rescatar
tu nombre
de mi olvido,
encadeno tu espacio
al mío
sin embargo,
con letras imposibles
que se leen ya sólo
en religiones muertas.
Éstas manos,
mientras tanto,
aprendieron ya
a ir quedándose
muy
muy
                                    muy
muy
        demasiado
                             quietas.

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