El camino lo escribimos todos y nuestras huellas se van quedando impresas en el tiempo, nos matizan la memoria, se reproducen casi en cualquier hueco. De todo lo que somos, si nos queda un poco qué perder, lo perdemos todo entonces y nunca por convicción. Así, escribimos con los pies, en cada paso, un cuento nuevo, una pesadilla vívida, un duelo irreprensible, un poema repetido.
Hace tiempo abrí mi ventana y empecé a escribir sin luz, me nutrí del frío; no importa, con el tiempo abandoné a mi soledad, comprendí que el mundo se extendía hacia el interior de mí si dejaba la ventana abierta, y me he acostumbrado ya a la oscuridad.

viernes, 26 de febrero de 2010

Deja el invierno encendido

Cuando despierto en el medio de mi cama,
antes de soñar,
después de levantarme a tomar otra cerveza;
solo otra vez
con la cabeza
entre las plantas de tus pies.
Podría jurar que soñé
pero no estuve contigo.

Entonces no comprendo,
quiero moverme más abajo de tu ombligo,
para sentirme solo,
para morirme solo.
Quiero dejar de respirar
por tu nariz,
quiero aprender
por qué me cuesta tanto ser feliz.

La espalda contra la pared
a lo largo del día.
Qué podría hacer yo
si en el sitio
donde existo
nunca estoy
ni soy tu amigo.
Muero lejos de ti
para nunca volver
para dejar de insistir,
sin media vida
que fingir.

Y más tarde lo comprendo:
quiero moverme más abajo,
y mejor si no es contigo,
ya no me siento solo
cuando desvivo solo.
Puedo beber de la humedad
que se condensa  en tu jazmín,
sabré esperar
por el perdón
sin sonreír.

Largo de aquí
deja tus sueños caer
muy lejos de mí
deja encendido el invierno
y apaga la luz
suelta mis manos
sigo demasiado ebrio.
En mi mente
la tierra azul
gira infinitamente más
que en mis futuros pasados.
¿En dónde podrás estar?

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