El camino lo escribimos todos y nuestras huellas se van quedando impresas en el tiempo, nos matizan la memoria, se reproducen casi en cualquier hueco. De todo lo que somos, si nos queda un poco qué perder, lo perdemos todo entonces y nunca por convicción. Así, escribimos con los pies, en cada paso, un cuento nuevo, una pesadilla vívida, un duelo irreprensible, un poema repetido.
Hace tiempo abrí mi ventana y empecé a escribir sin luz, me nutrí del frío; no importa, con el tiempo abandoné a mi soledad, comprendí que el mundo se extendía hacia el interior de mí si dejaba la ventana abierta, y me he acostumbrado ya a la oscuridad.

jueves, 2 de octubre de 2014

El Yisus


Cristofer Jesús, Cristo o Yisus pa’ los cuates. Alguna vez leyó esa parte de la Biblia que dice que un tal Jesús, que era carpintero, convirtió el pan en vino y que resucitó al tercer día después de que una banda de gandallas de su colonia le dio una tremenda guamiza por andar de subversivo. Eso debió leerlo cuando hizo su primera comunión, en épocas de la primaria, pero se le quedó grabado en la memoria en forma de obsesión. La primera 'señal' que recibió, fue cuando salió medio vivo de una clínica del IMSS, 3 días después de que unos rateros trataron de arrebatarle su celular recién sacadito en abonos y él pensó que podía correr más rápido que la motoneta en la que viajaban los 3 tipos con estatuillas de San Juditas Tadeo en los brazos. Cuando lo alcanzaron a la vuelta de la cuadra, ya sin aliento por la corretiza, lo agarraron a patadas en la panza y en la cabeza, mandándolo al mencionado hospital en estado grave. Resucitar al tercer día, pensaba, porque en realidad el aturdimiento producto de los guamazos no era tan grave, así que había alcanzado a oír a los médicos desahuciarlo, más que nada por la prisa de regresar a ver el fut, le recetaron el clásico paracetamol y lo dejaron, los tres días, en la sala de espera y en misma camilla que lo habían  aventado los paramédicos de la ambulancia. Finalmente las contusiones sanaron solas, bueno, con un mucho de ayuda de la dosis de padrenuestros que ininterrumpidamente había rezado su mamá durante toda la estancia del Yisus en el hospital. Y la situación se iba clavando más en su cabeza entre más lo repetía, ¿y si yo soy ese cuate? se preguntaba, se le hacía mucha coincidencia: “pus Cristos y además Jesús...”

La segunda y definitiva “señal”, la recibió cuando su papá lo obligó a trabajar en la carpintería improvisada que había establecido en sociedad con otros teporochos de la colonia, “Carpintería El Sagrado Corazón”, le habían rotulado en la pared menos derruida de la fachada. ¡A güevo! Pensó el buen Yisus cuando vio el nombre del local.

Con el paso de los días se hizo aficionado al olor del tíner, y como ya era devoto del anís del mico, entre el alcohol, los solventes y los textos de las atalayas, que le dejaban los testigos de Jehová cuando pasaban a predicarle la segunda venida del señor, empezó a sentir cada vez más, que de verdad se trataba de la reencarnación de ese tal Jesús.

Después de un tiempo se hizo de seguidores, eran 4 solamente, él hubiera querido que fueran 12, claro, si hubiera sabido que 12 eran los apóstoles de Jesús. Éstos lo seguían porque él, en su afán por emular a Jesús de Nazareth, era capaz de convertir la despensa en vino, es decir, se robaba la despensa de su casa y la cambiaba por caguamas y garrafoncitos de mezcal en la tiendita de un tipo manco conocido como Don Toño. Como el Yisus no tenía bien claro cuál era su misión como mesías, pues no hacía nada, se limitaba a creer que era invulnerable a los efectos del abuso del alcohol y abusaba, a las consecuencias de coger sin protección, y follaba con cualquier chica que no le dijera que no. En realidad, el Yisus no era un alcohólico mal parecido, era un analfabeto bastante y mañosamente funcional, y siempre encontraba la forma de echarle la culpa a alguien más cuando era él quien metía la pata.

El cristos vivió en el exceso un par de buenos años hasta que se le metió en la cabeza realizar el paso de la muerte; primero hizo casting para cristo de Iztapalapa, sin éxito, por supuesto, y entonces decidió que él mismo les iba a demostrar a todos que los clavos y las cruces se la pelaban igual que los maleantes en motoneta.

Primero un allanamiento a la carpintería, y ya estando ahí, una buena cena de tacos al pastor con sus 4 seguidores, luego una caguamiza y un pasón con mota para empezar el diálogo con Dios. Por si las dudas, el Yisus se aventó el último palo con su prima en el apestoso bañito del local, y, en un esfuerzo digno de cualquier santo o dios católico, el Yisus rebasó su marca personal y aguantó 5 minutotes en posiciones bien extremas: el perrito, de a chivito, por el chiquilín; pasando por el 69 invertido...

Después de los amores, se ofreció como voluntario para una fila india, con el afán de reconstruir fielmente los hechos de la Pasión, desde luego, se aguantó como los buenos borrachos las patadas en los güevos, los zapes en la nuca y uno que otro putazo en la nariz. Para el acto mismo de la crucifixión, sus cobardes achichincles decidieron no participar ni como espectadores, le ayudaron a pegar 2 vigas de forma entrecruzada, algo más bien parecido a un símbolo de adición y no precisamente a una cruz, le dejaron a la mano un martillo y clavos de 2 y media y cada quien se fue a su casa con la firme convicción de que al primer martillazo, el Yisus iba a desistir de su afán de ser como Cristo.

Bajo el efecto adormecedor de la mota, el Yisus realmente no sintió los primeros golpes en los pies, se dio tiempo para encuerarse y quedarse en calzones, y ya se imaginaba a su mamá platicándole a las otras viejas fodongas afuera de la lechería que había acontecido un milagro en el tallersucho de su viejo: “Mi hijo es Dios nuestro Señor -diría.- Me lo clavaron en una cruz y ya resucitó.” Ya se veía rodeado de muchachas y de chupe.

Cuando empezó a clavarse la mano izquierda, sintió el dolor de forma más aguda, pero todavía no era inhabilitante y continuó, de forma verdaderamente milagrosa incrustó el clavo entre los huecos de sus huesos, de manera que se clavó en la pura carnita. El Yisus descubrió demasiado tarde que para clavarse 2 manos a sí mismo, el sujeto en cuestión debería tener al menos 3 manos; cuando notó esto, el efecto de la marihuana ya estaba pasando y el dolor entonces era bastante intenso, no lo suficiente como para hacerlo desistir, pero sí para enfurecerlo por no haber sido capaz de prevenir esa situación. Encabronadísimo, el Yisus le lanzó el martillo al crucifijo colgado en la pared, deshaciéndose así de su única posibilidad de desclavarse sin ayuda. Ya sin poder moverse y recostado sobre el suelo del local de carpintería, el Yisus comprendió que era mejor no tratar de sacar los clavos a la fuerza, ahora sí decidió no seguir emulando al mentado Cristo y ser únicamente el Yisus para el resto de su miserable vida, lo malo es que había escogido la peor fecha del año para realizar su hazaña: la noche del Jueves Santo, y con sus papás de vacaciones en algún balneario de Morelos, en esta ocasión, sí que sería un milagro que lo encontraran vivo el lunes siguiente, eso si su jefe no amanecía bien crudo y se le daba la gana abrir su tallercito hasta el martes...

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